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LECHE DE VACA: PERJUDICIAL EN MUCHOS SENTIDOS

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El hecho de que los humanos sean los únicos seres vivos que, en la edad adulta, no se apartan de la leche puede entenderse como un aspecto de regresión, una obstinación de mantenerse en la edad infantil. Este comportamiento, tan contrario a la naturaleza, podría juzgarse, como explica el lobby de la industria lechera, necesario para la vida, pero es tan poco natural como sospechoso. La leche materna no solo se adecua a cada una de las especies, sino que está hecha a la medida de las necesidades de las distintas edades del lactante, y así se ajusta a su desarrollo y sus necesidades en los primeros meses de vida. La medicina convencional casi recomienda el destete precoz (antes del primer año de vida), que considera superfluo prolongar el amamantamiento del cachorro humano, puede ser la responsable de que en épocas posteriores suframos un exceso de avidez por la leche. Quizá en nuestra fase de lactantes, nosotros, seres humanos del mundo occidental, no recibimos bastante cantidad de leche, ya que de media mamamos durante unos cuatro meses frente a los cuatro años que dura la lactancia en ciertas partes del planeta.

La leche de cada vaca es individual en su composición de albúmina y contiene otras proteínas, pero la industria lechera actual mezcla la leche de miles de vacas después de haber desnaturalizado la proteína por medio de la pasteurización; eso supone un cóctel de proteínas que recarga cada vez más el sistema inmunitario humano, hace que la leche se convierta en una fuente de alergias, como ya se ha demostrado, y fomenta la aparición de enfermedades autoinmunes.

Debido a la perversa política económica de la Unión Europea, las granjas no están autorizadas para suministrar directamente una leche grasa y rica en proteínas. Primero debe ser manipulada en otras factorías. Esto significa una retirada masiva de grasas y proteína, que se utilizan para la elaboración de quesos y después son sustituidas por grasas baratas que, en el peor y más ilegal de los casos, son de procedencia porcina. La leche que se vende actualmente es un líquido uniforme, de sabor alterado y que, debido a la posterior aportación de grasa, no resulta adecuado para una alimentación vegetariana que permita tener la conciencia tranquila.

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