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CÁNCER DE MAMA

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El cáncer de mama es el carcinoma más frecuente entre las mujeres de las sociedades occidentales modernas. Los investigadores Colditz, Pillen y Hunter ya constataron en un estudio del año 1993 que menos de un 3 % de todos los casos de cáncer de mama se podían asociar a circunstancias de transmisión por herencia. Se midió en este aspecto el miedo atroz que provoca el gen del cáncer de mama y la anamnesis familiar positiva. De hecho, estamos ante un fenómeno semejante al que ya hemos comentado sobre los fumadores y el miedo: se insiste premeditadamente en la posibilidad de aparición del cáncer. En este caso, los más pequeños facto-res de riesgo se subrayan de una forma extraordinaria y se hacen materialmente concretos, tal como se quería, mientras que otros factores, como los psíquicos o los relacionados con la alimentación, se ocultan bajo la alfombra a pesar de su dramatismo, porque no se adaptan a las concepciones actuales. La ciencia, y sobre todo el trato que da a los resultados, no es realmente objetiva, sino altamente tendenciosa. Para que cambiara esa actitud, el sentido de la alimentación debería correlacionarse con la visión materialista del mundo. Tendrían que hacerse públicos los intereses económicos que obligan a ocultar los conocimientos alcanzados. Además, también advertimos el error de que el cáncer de mama sea esencialmente hereditario, para que toda la responsabilidad quede en ma-nos de los médicos, puesto que eso es lo que interesa.

Incluso la pequeña cantidad de mujeres portadoras de genes de cáncer de mama reconocidos (según las más recientes investigaciones son un 0,2 % de las mujeres) no tiene por qué sufrir a largo plazo ese mal: la probabilidad de padecerlo es del 50 %. Sin embargo, como hemos visto al principio, la alimentación sí puede afectar a la eficacia de los cancerígenos. Algo muy similar a lo que ocurre con la predisposición genética, como pudieron corroborar los estudios con animales (ratas) que presentaban genes de cáncer. La alimentación puede contribuir a activar o desactivar estos genes. Con una alimentación adecuada, hasta en las mujeres peor dotadas genéticamente disminuye de forma muy considerable la probabilidad de padecer cáncer.

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