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Dos tipos de carbohidratos: de mínimo valor y de valor integral

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La alimentación está sujeta, como todo, a la bipolaridad: puede enfermar y también puede curar. Esto resulta válido tanto en el aspecto general como en el referido a sus componentes por separado. Tras años de demonización de los carbohidratos por parte de los «científicos de la alimentación», ha llegado la hora de su rehabilitación. Existe una hipótesis, muy bien fundamentada, que afirma que los mismos factores de riesgo que favorecen la resistencia a la insulina (y con ello también la diabetes de tipo 2, véase página 101) propician igualmente el cáncer de colon (página 73). Si se piensa lo mucho que se refuerza la resistencia de insulina por medio de unos hidratos de carbono refinados (a los que se ha eliminado casi la fibra), se percibe de inmediato la necesidad de diferenciar entre estos y los carbohidratos vegetales integrales o complejos. Desde el punto de vista de la salud, existe un abismo entre ambos. Hoy en día ya no se puede negar que los carbohidratos refinados sean dañinos para el organismo.

En eso se basa en parte el éxito de las dietas denominadas bajas en carbohidratos, que han conquistado el mundo occidental en las últimas décadas y que van desde la dieta Atkins, pasando por la South Beach, hasta la Metabolic Balance. Que estas dietas aportan algo positivo es palpable, pues consiguen reducir los perjudiciales carbohidratos refinados. Pero al hacer propaganda de la proteína animal y la grasa caen en una contradicción. En el mejor de los casos, reducen la posibilidad de sufrir obesidad o diabetes de tipo 2, pero incrementan considerablemente el riesgo de padecer una elevada presión sanguínea, arteriosclerosis, infartos cardíacos, ataques de apoplejía y, sobre todo, tal y como se ha constatado en nuestros días, cáncer. Es como tener que elegir entre la peste y el cólera. Las dietas bajas en carbohidratos desplazan lentamente el riesgo de un peligro al otro. De hecho, la probabilidad de reducir la obesidad y la diabetes de tipo 2 a base de grasas y proteína animal es bastante escasa y no está justificada en ningún caso.

El paso de la condena a los carbohidratos por una parte y su elogio por la otra se mueve en las últimas décadas en la cuerda floja, y eso es debido a las diversas orientaciones de las dietas. Existe una solución muy sencilla. Con la misma seguridad con la que podemos afirmar que los carbohidratos refinados no conducen a nada bueno y deberían minimizarse, también podemos decir que los carbohidratos integrales son importantes para evitar el cáncer, las afecciones cardiovasculares y otras muchas enfermedades. Tal y como se mostrará más tarde, son, asimismo, una solución para la obesidad y la diabetes, dos de los grandes azotes de la humanidad actualmente, hasta el punto de que la Organización Mundial de la Salud ya las ha clasificado como las epidemias del futuro. Por tan-to, los himnos a los carbohidratos son válidos tan solo en lo que se refiere a sus formas de presentación naturales (sin tratar) e integrales. Aun cuando los carbohidratos refinados e integrales se basan en los mismos componentes básicos, sus efectos no pueden ser más distintos.

Prioridad para los carbohidratos integrales

Carbohidratos refinados Carbohidratos integrales o complejos
(obligatorio renunciar a ellos) (muy recomendables)
Azúcar blanco y moreno Productos de harina blanca Dulces preparados con ellos Cereales y arroz, con cáscara Legumbres secas Patatas Fruta y verdura, frescas Productos integrales

Todo lo anterior muestra que la actual producción de alimentos industriales constituye nuestro auténtico problema. El refinamiento de los hidratos de carbono hace que se conviertan en alimentación muerta que no nos fortalece, al tiempo que nos lleva a una muerte precoz. Quien desee una vida larga, saludable y feliz, deberá evitar los alimentos refinados o animales. Así evitaremos encontrar en nuestros platos seres muertos cuando lo que hay que propiciar son los carbohidratos complejos.

Resumen:

Los carbohidratos complejos vegetales son tan valiosos e importantes como peligrosos y vacíos son los refinados. Por ello, son perjudiciales las dietas bajas en hidratos de carbono, puesto que si bien reducen los carbohidratos refinados, lo que constituye un aspecto favorable, también lo hacen con los integrales, por lo que no solo incrementan el riesgo de afecciones cardiovasculares, sino, sobre todo, el de padecer cáncer.

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