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Una vez recibida como respuesta esta promesa, emigró Abraham y permaneció en otro lugar de la misma tierra, junto a la encina de Mambré, que estaba en Hebrón126. Más adelante, al entablar una guerra cinco reyes contra cuatro, y al ser capturado también Lot tras la derrota de los sodomitas, Abraham, llevando consigo al combate trescientos dieciocho esclavos suyos, lo liberó de los enemigos que habían invadido Sodoma. Este les dio la victoria a los reyes de Sodoma y no quiso quedarse nada del botín, a pesar de habérselo ofrecido el rey al que había obtenido la victoria. Pero, ciertamente, entonces fue bendecido por Melquisedec, que era sacerdote del Dios excelso127, del cual en la epístola que se titula «A los hebreos»128, que muchos atribuyen al apóstol Pablo, pero otros lo rechazan, están escritas muchas y grandes cosas. Lo cierto es que allí aparece por primera vez el sacrificio que ahora es ofrecido por los cristianos a Dios por todo el orbe de la tierra, y se cumple aquello que mucho después de este hecho se le dice por medio de una profecía a Cristo, que todavía habría de venir en carne: Tú eres sacerdote para la eternidad según el orden de Melquisedec129; no ciertamente según el orden de Aarón, orden que debía ser eliminado al iluminarse las verdades que eran anunciadas por aquellas sombras.

La ciudad de Dios. Libros XVI-XXII

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