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Después de estos hechos le nació a Abraham, según la promesa de Dios, un hijo de Sarra y lo llamó Isaac, que significa «risa»175. De hecho, había reído su padre cuando le fue prometido, asombrándose en el gozo; había reído también su madre, cuando le fue prometido de nuevo por medio de aquellos tres varones, dudando en el gozo; aunque el ángel le había reprochado que aquella risa, a pesar de que fue de gozo, sin embargo no estuvo llena de fe, después también fue reafirmada en la fe por el mismo ángel. Por consiguiente, de ello recibió el nombre el niño. En realidad, que aquella risa no correspondía a la burla de un oprobio, sino a la celebración del gozo, lo demostró Sarra una vez nacido Isaac y llamado por dicho nombre. Lo cierto es que dice: Dios me hizo reír; en efecto, cualquiera que me oyera, compartirá mi alegría176. Pero poco tiempo después la esclava es expulsada de la casa con su hijo, y aquellas dos mujeres significan según el apóstol los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo, donde Sarra representa la imagen de la Jerusalén celeste, es decir, la ciudad de Dios177.

La ciudad de Dios. Libros XVI-XXII

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