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Hecha la promesa, una vez liberado Lot de Sodoma y tras la caída de una lluvia de fuego desde el cielo, fue reducida a cenizas toda aquella región de la impía ciudad, donde las relaciones deshonestas entre varones habían llegado a convertirse en una costumbre tan arraigada como otras acciones a las que las leyes suelen conceder autorización172. Pero también este suplicio suyo fue un ensayo del futuro juicio divino. Pues ¿qué sentido tiene que se prohibiera mirar atrás a quienes eran liberados por los ángeles, sino que no debe volverse con la mente a la antigua vida de la que se sale regenerado por la gracia, si pensamos escapar al juicio final173? En definitiva, la mujer de Lot se quedó donde se volvió a mirar, y convertida en sal proporcionó a los fieles una especie de condimento por el que tuvieran algo de juicio con que evitar aquel ejemplo.

Después Abraham hizo de nuevo en Gerar ante el rey de aquella ciudad, Abimelec, lo que había hecho en Egipto con su esposa, e igualmente le fue devuelta intacta. Allí, ciertamente, al reprocharle el rey por qué había ocultado que era su esposa y afirmado que era su hermana, Abraham desvelándole qué temor había sentido añadió también lo siguiente: En realidad es mi hermana por parte de padre, pero no de madre174, porque era hermana de Abraham por parte de padre, por cuyo lado era pariente suya. Y fue de tan gran belleza que incluso a su edad podía enamorar.

La ciudad de Dios. Libros XVI-XXII

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