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También Isaac recibió un oráculo semejante al que su padre había recibido en algunas ocasiones. Sobre dicho oráculo así se ha escrito: Y hubo una hambruna sobre la tierra aparte de aquella que se produjo anteriormente en época de Abraham. E Isaac marchó ante Abimelec, rey de los filisteos, a Gerar. Entonces se le apareció el Señor y le dijo: No bajes a Egipto. Habita en cambio en la tierra que te indicaré y establécete en esa tierra; y estaré contigo y te bendeciré. Pues te daré a ti y a tu descendencia toda esta tierra, y cumpliré el juramento que le hice a tu padre Abraham; y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y le daré a tu descendencia toda esta tierra, y serán bendecidos en tu descendencia todos los pueblos de la tierra, porque tu padre Abraham obedeció mi voz y guardó mis preceptos, mis mandatos, mis normas y mis leyes202. Este patriarca ni tuvo otra esposa ni concubina alguna, sino que se contentó con dos gemelos engendrados en una sola unión como descendencia. (Este mismo temió ciertamente también el peligro de la belleza de su esposa mientras habitaba entre extranjeros, e hizo como su padre, decir que era su hermana y negar que era su esposa. En realidad, era también pariente suya por parte de padre y madre, pero también esta misma, aun sabiéndose que era su esposa, permaneció intacta entre los extranjeros.) Y, sin embargo, no debemos anteponerlo a su padre porque este no había conocido ninguna mujer excepto a su única esposa. Pues, sin lugar a dudas, eran más relevantes los méritos de la fe y obediencia paternas, hasta el punto que Dios dice que le concede los bienes que le concede por su causa. Dice: serán bendecidos en tu descendencia todas los pueblos de la tierra porque tu padre Abraham obedeció mi voz y guardó mis preceptos, mis mandatos, mis normas y mis leyes; y a su vez en otro oráculo dice: Yo soy el Dios de Abraham, tu padre, no temas; pues estoy contigo y te he bendecido y multiplicaré tu descendencia por causa de Abraham, tu padre203, para que comprendamos cuán castamente hizo Abraham lo que a los impúdicos y que buscan una justificación de su maldad en las escrituras santas les parece que hizo con lujuria; después para que aprendamos a no comparar a los seres humanos entre sí a partir de virtudes individuales, sino que las tengamos en cuenta todas en cada uno. En efecto, puede suceder que alguien tenga en su vida y costumbres algo en lo que supere a otro, y esto sea mucho más excelente que lo es aquello en lo que es superado por el otro. Y por este juicio sano y verdadero, aunque la continencia se prefiera al matrimonio, es mejor, sin embargo, el creyente casado que el incrédulo continente. Pero el hombre incrédulo no solo debe ser menos alabado, sino también absolutamente despreciado. Imaginemos a ambos buenos, incluso así ciertamente es mejor el casado fidelísimo y obedientísimo a Dios que el continente de menor fe y menor obediencia. Pero si las restantes cualidades son parejas, ¿quién duda en anteponer el continente al casado?

La ciudad de Dios. Libros XVI-XXII

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