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Consecuentemente, una vez hecha una promesa tan grande y tan clara a Abraham, al que se le dijo muy abiertamente: te hice padre de una multitud de pueblos; te engrandeceré extraordinariamente y te pondré al frente de los pueblos y de ti saldrán reyes. Y te daré un hijo de Sarra, y lo bendeciré, y gobernará sobre naciones y los reyes de los pueblos saldrán de él158 (esta promesa vemos que ahora se ha cumplido en Cristo), desde entonces en lo sucesivo aquellos cónyuges no se llaman en las escrituras como se llamaban antes, Abram y Sara, sino como nosotros los hemos llamado desde el principio, puesto que así ya son llamados por todos, Abraham y Sarra. Por otra parte, se da la siguiente razón de por qué se cambió el nombre de Abraham. Dice: porque te hice padre de una multitud de pueblos159. Por consiguiente, debe entenderse que este es el significado de Abraham; pero Abram, nombre que recibía anteriormente, se interpreta como padre excelso160. Sin embargo, sobre el cambio de nombre de Sarra no se da explicación. Pero, según dicen quienes escribieron las interpretaciones de los nombres hebreos, que se contienen en estas letras sagradas, Sara se entiende como «princesa mía», Sarra en cambio como «vigor»161. Por ello, está escrito en la Epístola a los hebreos: por la fe también la propia Sarra recibió el vigor para dar a luz descendencia162. Pues ambos eran de edad avanzada, según atestigua la escritura. Pero ella además era estéril y ya privada del flujo menstrual, por lo cual no hubiera podido dar a luz incluso si no hubiera sido estéril. En definitiva, si una mujer es de edad avanzada, de manera que todavía conserva el flujo propio de las mujeres, puede dar a luz de un hombre joven, pero no puede de un anciano; aunque aquel anciano pueda todavía engendrar, pero de una mujer joven, como pudo Abraham de Cetura después de la muerte de Sarra, porque la encontró en una edad plena de vitalidad163. Por consiguiente, esto es lo que el apóstol destaca como admirable164, y a ese propósito dice que el cuerpo de Abraham ya estaba muerto, porque él mismo ya no podía engendrar en aquella edad de ninguna mujer que se hallase ya en el límite final de su edad fértil. En efecto, debemos entender que el cuerpo estaba muerto para algo concreto, no para todo. Pues si lo estuviese para todo, no es ya la vejez de un vivo, sino el cadáver de un difunto. Aunque también se suela resolver esta cuestión de este modo: que después Abraham engendró de Cetura porque el don de procrear que recibió del Señor continuó incluso después de la muerte de su esposa. Sin embargo, a mi modo de ver, debe preferirse la solución del problema que hemos seguido, porque un varón ciertamente centenario, pero de nuestro tiempo, no puede engendrar de ninguna mujer; no sucedía lo mismo entonces, cuando vivían tanto tiempo que los cien años no convertían a un hombre en un anciano decrépito.

La ciudad de Dios. Libros XVI-XXII

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