Читать книгу La ciudad de Dios. Libros XVI-XXII - San Agustín - Страница 36
32
ОглавлениеEntre estos sucesos que resulta excesivamente largo recordarlos en su totalidad, Abraham es tentado a inmolar a su queridísimo hijo, el propio Isaac, a fin de poner a prueba su piadosa obediencia, que había de llevarse al conocimiento de los siglos, no de Dios178. En efecto, no toda tentación es condenable, ya que incluso hay que felicitarse por aquella con la que se realiza una prueba. Y muchas veces el espíritu humano no puede conocerse a si mismo de otro modo a menos que dé una respuesta, no de palabra, sino mediante la experiencia, frente a la tentación que en cierto modo interroga sus fuerzas. Si allí reconociera un don de Dios, entonces es piadoso, entonces se afianza por la firmeza de la gracia, no se hincha por la vanidad de la jactancia. Sin duda, Abraham jamás podría creer que Dios se deleitaba con víctimas humanas, aunque, al resonar el precepto divino, había que obedecer, no discutir. Sin embargo, Abraham merece ser alabado por haber creído que su hijo iba a resucitar inmediatamente después de ser inmolado. Pues Dios le había dicho, al no querer cumplir la voluntad de su esposa de expulsar a la esclava y al hijo de esta: En Isaac recibirá su nombre tu descendencia. Y ciertamente allí sigue diciendo: Pero también al hijo de esta esclava lo convertiré en un gran pueblo porque es tu descendencia179. Por consiguiente, ¿cómo se dijo: En Isaac recibirá su nombre tu descendencia, si Dios también llamó a Ismael descendencia de este? Y el apóstol, explicando qué significa: En Isaac recibirá su nombre tu descendencia, afirma: es decir, no quienes son hijos de la carne son considerados hijos de Dios, sino los hijos de la promesa como descendencia180. Y por esto los hijos de la promesa, para ser descendencia de Abraham, son llamados en Isaac, es decir, se reúnen en Cristo por la llamada de la gracia. Por consiguiente, el padre piadoso, manteniendo fielmente esta promesa, porque convenía que fuera cumplida por medio de aquel al que Dios ordenaba que se diera muerte, no dudó de que podía devolvérsele tras ser inmolado quien pudo serle dado sin ser esperado. Así debe entenderse también en la Epístola a los hebreos, y así está expuesto. Dice: Por su fe Abraham ofreció a Isaac tras ser puesto a prueba y dio en ofrenda a su único hijo, quien recibió las promesas, a quien se dijo: En Isaac recibirá su nombre tu descendencia, pensando también que Dios puede hacer resucitar de entre los muertos. Por ello añade: Por esto también a este lo puso como símbolo181. ¿Símbolo de quién, sino de aquel del que dice el apóstol: el que no preservó a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros182? Por ello, también Isaac, como Dios llevó su cruz, así él mismo llevó al lugar del sacrificio los leños en los que también había de ser colocado. Finalmente, ya que no convenía que se diera muerte a Isaac, después que se le impidió a su padre herirle, ¿quién era aquel carnero con cuya inmolación se cumplía el sacrificio con sangre simbólica? Ciertamente, cuando lo vio Abraham, estaba retenido por los cuernos en un arbusto. ¿Qué simbolizaba aquello sino a Jesús, antes de ser inmolado, coronado de espinas judías?
Pero mejor escuchemos las palabras divinas a través del ángel. Dice ciertamente la escritura: Y Abraham extendió su mano para tomar el cuchillo para matar a su hijo. Y le llamó un ángel del Señor desde el cielo y le dijo: ¡Abraham! Y él le contestó: Aquí estoy. Y le dijo: No pongas tu mano sobre el niño, ni le hagas ningún daño; pues ahora sé que temes a tu Dios, y por mi causa no preservaste a tu hijo querido183. Ahora sé significa «ahora he hecho que se sepa», pues Dios ya lo sabía184. Después, tras ser inmolado aquel carnero en lugar de su hijo Isaac, según se lee, Abraham dio por nombre a aquel lugar «el Señor ha visto», de manera que hoy dicen: el Señor se apareció en la montaña. Como se ha dicho ahora sé en lugar de «ahora he hecho que se sepa», así aquí el señor ha visto en lugar de «el Señor apareció», es decir, se hizo ver. Y el ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo diciendo: he jurado por mí mismo, dice el Señor, porque cumpliste mi palabra y por mi causa no preservaste a tu hijo querido, te bendeciré inmensamente y multiplicaré extraordinariamente tu descendencia como las estrellas del cielo y la arena que hay a la orilla del mar. Y tu descendencia poseerá en herencia las ciudades de los enemigos y serán bendecidos en tu descendencia todos los pueblos de la tierra, porque obedeciste mi palabra185. De este modo fue confirmada, incluso con el juramento de Dios, aquella promesa sobre la llamada de los pueblos en la descendencia de Abraham después del holocausto con el que Cristo fue simbolizado. Pues a menudo había prometido, pero nunca había jurado. ¿Y qué es el juramento del Dios verdadero y veraz sino la confirmación de la promesa y un cierto reproche a los incrédulos?
Después de estos sucesos murió Sarra, en el centésimo vigésimo séptimo año de su vida, y en el centésimo trigésimo séptimo de la de su esposo186. Lo cierto es que la superaba en diez años de edad, como él mismo, cuando le fue prometido un hijo de ella, afirma: ¿voy a tener <un hijo> yo, que tengo cien años, y va a dar a luz Sarra a los noventa187? Entonces Abraham compró un campo en el que dio sepultura a su esposa. En consecuencia, entonces, según el relato de Esteban188, se estableció en aquella tierra, puesto que allí empezó a ser propietario, precisamente después de la muerte de su padre, que se deduce que murió dos años antes.