Читать книгу Para hacer el cuento corto... - Hugo Hanisch Ovalle - Страница 34
Sueños premonitorios
ОглавлениеNo siempre sueño y la mayoría de las veces, se me olvida en pocos segundos. Sin embargo, algunos me han perdurado en la memoria, en especial aquellos tan realistas que recuerdo hasta los colores. Respecto a Marchigüe, tengo tres nítidos recuerdos de sueños de hace mucho tiempo que se han realizado con gran posterioridad.
Mucho antes de haber construido los pozos profundos y menos plantado las viñas, soñé con extraordinario detalle unas mujeres cosechando una viña exactamente en unos potreros detrás de las casas patronales. En ese sueño, que debió haber sido en 1972 o 73, recuerdo que las mujeres cosechaban llevando mascarillas y tocas blancas. Cuarenta años después hay un viñedo plantado justo en ese lugar, en lo que entonces era una pampa reseca y ahora deben cosechar de esa manera a causa de la pandemia del coronavirus.
También soñé varias veces con un recodo del camino a un lugarcito llamado Chequén, hacia la entonces hacienda de Las Aguadillas. En cada sueño lo veía verde y plantado de huertos frutales, que no puedo recordar si eran viñedos o no, y que conducían a un lugar palaciego subiendo unos cerros. Son sueños de los años 70s, cuando ese lugar era un desierto de quiscas, y que décadas más tarde se transformó en un verde vergel. El camino enrumbaba hacia una afamada viña, cuyos viñedos se encaraman en los cerros y su casona de campo, sin ser un palacio, se ha particularmente hermoseado para la recepción de turistas.
Algo muy curioso sucedió muchos años antes de que se descubriera agua y plantaran viñedos. Un buen amigo recogió en el camino a una misionera del ejército de Salvación y la dejó en ese mismo punto, que debo insistir era absolutamente desértico. Se despidió al bajar del auto y se detuvo bruscamente. Volviéndose hacia él, le señaló con la mano que todo lo que se veía tan seco, en unos años sería hermosamente verde, y sin decir más, se fue. Mi amigo creyó que era medio loca, pero quedó muy sorprendido por su seguridad y me lo contó al día siguiente. ¿Quién era? Nunca lo sabré, pero fue una verdadera pitonisa.
Por último, viviendo en Budapest en 1998, una noche soñé vívidamente ir recorriendo viñas a caballo por un camino que cruzaba el antiguo campo que ya no existe. Recuerdo que en el sueño tenía barba blanca y una manta de huaso color vicuña. Ese sendero que llevaba a la casa de un querido ovejero y que se eliminó tras nuestra partición familiar y posterior venta. El camino terminó borrándose del mapa cuando mi nuevo vecino, décadas después, plantó sus viñas.
Cuando en el 2011 se diseñó un nuevo viñedo en nuestro campo, todo se revisó acuciosamente, se levantaron los correspondientes planos topográficos, la plantación por variedades, los sectores de riego, etcétera. En los planos, nunca me percaté de que el camino central del proyecto retomaba exactamente el que había desaparecido hacía treinta y cinco años. La plantación se desarrolló escalonada y, solo en su última etapa, el camino entre los cuarteles se terminó de configurar.
El 2014, mientras revisaba los avances de la nueva plantación, noté con curiosidad que el nuevo camino rehacía el antiguo y más aún, se proyectaba al fundo vecino que precisamente en esa parte, coincidía con otro camino rehaciendo el anterior trazado tal cual como lo había visto en mi sueño. Sentí un escalofrío cuando lo recordé con nitidez, y me percaté de que iba a caballo, mi barba era blanca y llevaba puesta una manta de alpaca. Quedé estupefacto por la coincidencia y se la comenté asombrado a quien me acompañaba.
A la fecha de mi sueño ni pensaba dejarme barba y las mantas huasas se usaban coloridas en vez de las actuales de tonos beige.