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2.6. ESTABILIZACIÓN Y CONTRAINSURGENCIA

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El concepto de Estabilización, a pesar de ser ampliamente utilizado en el campo de la relaciones internacionales, carece de una definición ampliamente aceptada. Hugues, en su tesis sobre la estabilización de Afganistán, acepta la definición de Hurwitch que, ya en 1973, apostaba por una definición mínima, según la cual podría definirse como la ausencia de violencia entre grupos y/o contra el Estado y la ausencia de cambios estructurales en la gobernanza38.

El concepto de operaciones de estabilización responde al intento de agrupar bajo una sola denominación los conflictos no inter-estatales surgidos en las últimas décadas. Tanto el ius ad bellum, como las doctrinas militares necesitan adaptarse a una realidad muy diferente a aquélla para la que fueron desarrollados, lo que hace necesaria una categorización que permita definir este nuevo tipo de conflictos, como primer paso para sistematizarlos y poder regularlos desde la perspectiva jurídica y militar.

Watkin define el proceso de estabilización como el conjunto de acciones encaminadas expresamente a afrontar el riesgo de conflicto y reducir las probabilidades de que se reinicie un conflicto armado39. Las operaciones de estabilización definen el modo en que, desde la comunidad inter-nacional, se aborda este tipo de procesos.

Las Operaciones de Estabilización son un concepto relativamente reciente, nacido en el seno de las Fuerzas Armadas de EEUU y ampliamente extendido entre sus homólogos occidentales. Su finalidad es precisamente proporcionar un marco conceptual que permita abordar de manera coherente los conflictos a los que el mundo se enfrenta desde el final de la Guerra Fría. En su forma más simple, tales operaciones se definen como “actividades militares y civiles llevadas a cabo en todo el espectro de la paz a los conflictos para establecer o mantener el orden en los Estados y regiones”40. De acuerdo con la normativa que las regula, tales operaciones son una misión militar básica de EEUU y se les reconoce una prioridad comparable a las operaciones de combate. Estas consideraciones son directamente aplicables al resto de aliados occidentales de EEUU, socios habituales en este tipo de operaciones.

El objetivo de estas operaciones es ambicioso: el objetivo inmediato a menudo es proporcionar seguridad a la población local, restaurar los servicios esenciales y satisfacer las necesidades humanitarias. El objetivo a largo plazo es ayudar a desarrollar la capacidad autóctona para asegurar los servicios esenciales, una economía viable, el Estado de Derecho, las instituciones democráticas y una sociedad civil robusta. Entre las actividades incluidas en este tipo de operaciones figuran la reconstrucción de las fuerzas de seguridad autóctonas, las instalaciones penitenciarias y los sistemas judiciales necesarios para asegurar y estabilizar el entorno, la reactivación y/o desarrollo del sector privado y el desarrollo de instituciones gubernamentales representativas.

Aunque en muchos casos, las operaciones de estabilización pueden acometerse en mejores condiciones por organizaciones civiles locales, extranjeras o multinacionales, las Fuerzas Armadas deben estar preparadas para realizar todas las tareas necesarias para establecer o mantener el orden cuando los agentes civiles no puedan hacerlo. Lejos de tratarse de un concepto superfluo, la realidad es que, bajo esta clasificación, se integran la mayor parte de las operaciones militares acometidas por EEUU y sus aliados durante las últimas décadas.

La intervención internacional en Afganistán se analiza en este trabajo como una operación de estabilización pero, a lo largo de su desarrollo, el enfoque derivado de este tipo de intervenciones ha convivido o ha competido con otros derivados de los conceptos de contrainsurgencia y contraterrorismo, que han pugnado por guiar la estrategia frente al conflicto afgano.

En los que respecta al concepto de contrainsurgencia, en España, la Publicación Doctrinal Contrainsurgencia (PD3-301) del Ejército de Tierra define la insurgencia como el “movimiento violento organizado que emprende una lucha prolongada con la finalidad de cambiar el orden político establecido”. Como señala Jordán, las múltiples definiciones disponibles coinciden en señalar que la insurgencia está “protagonizada por un actor, o un conjunto de actores, que se enfrentan de manera organizada y prolongada en el tiempo a la autoridad política establecida (sea nacional o extranjera), mediante una estrategia efectiva de movilización social y con un empleo sustantivo de la fuerza”41. La contrainsurgencia es la estrategia dirigida a contrarrestar este tipo de amenazas42.

Insurgencia e inestabilidad suelen convivir en los escenarios objeto de intervenciones internacionales encaminadas a construir la paz, de forma que la estrategia para conseguirlo puede priorizar la lucha con cualquiera de los dos factores, dando lugar a aproximaciones al problema muy diferentes. Dependiendo de ello, la intervención internacional en Afganistán ha sido definida, en diferentes momentos, como una operación de estabilización o de contrainsurgencia (en ambos casos abor-dada en paralelo con una operación contraterrorista). La denominación empleada para definir la intervención internacional es relevante para comprender “la geografía” de la construcción del Estado en Afganistán. Un enfoque de contrainsurgencia puede conducir a centrar los esfuerzos en las zonas donde la insurgencia es más activa, utilizando proyectos de desarrollo para reducir los incentivos de los jóvenes para unirse a la insurgencia. Por el contrario, puede esperarse que un enfoque centrado en el desarrollo lleve a una distribución territorialmente más equitativa de los recursos disponibles, aunque, la experiencia demuestra que, en este caso, tienden a concentrarse en las zonas más seguras, donde esos proyectos tienen más posibilidades de éxito. Por último, un enfoque centrado en la construcción del Estado puede conducir a priorizar la promoción empleados públicos capaces de dirigir la administración del gobierno a nivel local, mientras que un modelo de estabilización favorecería a cualquier comandante local que pudiera ser lo suficientemente fuerte como para controlar la violencia, independientemente de su capacidad para gobernar de forma eficaz o legal. En Afganistán, la comunidad internacional en general y EEUU en particular han seguido estrategias cambiantes, pasando de un modelo a otro, lo que ha contribuido poco a que las autoridades afganas puedan seguir una orientación clara en la construcción del Estado y los afganos puedan apoyar una estrategia que no logran identificar43.

Estado de Derecho y construcción de la paz. El caso Afgano

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