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1.3. CONSOLIDACIÓN DEL CONCEPTO DE COOPERACIÓN CÍVICO-MILITAR 1.3.1. La Metamorfosis de la Cooperación Cívico-Militar

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En teoría, la función de Cooperación Cívico Militar se centra en la coordinación de actividades entre el mando militar y el entorno civil (auto-ridades civiles, poderes informales, ONG,s, organizaciones de ayuda al desarrollo, organizaciones internacionales de todo tipo). De este modo, se conseguiría coordinar las actividades relacionadas con la seguridad, responsabilidad de las fuerzas militares, y las actividades relacionadas con el desarrollo y la ayuda humanitaria, responsabilidad de otros actores. Pero, como ya se ha adelantado, la práctica fue pronto evolucionando por otros derroteros, convirtiéndose el CIMIC en la herramienta para que el mando militar expandiera su ámbito de actuación, desbordando los cometidos típicamente militares.

En muchas ocasiones, esto fue así por necesidad; por la incapacidad de otros actores para actuar en determinadas condiciones77. Pero también sucede porque pronto resultaron evidentes los beneficios que la participación en acciones de ayuda directa a la población civil reportaban a la fuerza militar: legitimidad, seguridad e información78. Esta nueva estrategia se tradujo en la participación de las fuerzas militares en la distribución directa de ayuda humanitaria y en la ejecución de proyectos de ayuda al desarrollo, acompañados de campañas de publicidad en las que se insistía en papel de las fuerzas militares como garantes de la seguridad y bienestar de la población civil. Esta paulatina asunción de cometidos en las áreas de la ayuda humanitaria y al desarrollo parecía el modo más eficaz para ganarse el apoyo de la población local y obtener información de ella79. Como decía el coronel francés Roger Trinquier en su obra La Guerra Moderna, “la condición sine qua non de la victoria en la guerra moderna es el apoyo incondicional de la población”80. CIMIC se convirtió en la herramienta ideal para ello. Valga como ejemplo el siguiente párrafo, que inicia un artículo publicado en la revista profesional de las fuerzas armadas canadienses, que deja clara esta visión del papel del CIMIC en operaciones:

“En el momento en que el último soldado subió al avión con destino a Canadá, el 1er Batallón de Infantería Ligera Princesa Patricia, durante su período de servicio en Kosovo, había gestionado la remodelación de tres escuelas, coordinado la entrega de más de seis mil refugios, facilitado el suministro regular de ayuda alimentaria a más de ochenta mil personas, prestado atención médica a miles de habitantes de la zona, coordinado los esfuerzos de varias organizaciones de desminado, realizado reparaciones en la red de carreteras y solucionado problemas de suministro de agua potable a numerosas ciudades y pueblos afectados por la guerra. Estos esfuerzos, a su vez, ayudaron a ganar los cora-zones y las mentes de los residentes de la zona y así, contribuyeron al sostenimiento de un entorno operativo estable y benigno”81.

El acento ya no aparece en la relación con otros actores civiles, sino en la ejecución directa de actividades dirigidas a ganar el apoyo de la población civil. No es difícil encontrar en España discursos y publicaciones que abundan en esta misma línea de presentar la ejecución de proyectos de ayuda humanitaria como la actividad principal de las acciones CIMIC, cuyo objetivo último sería ganarse el apoyo de la población civil.

Hasta hace relativamente poco tiempo, había un acuerdo tácito, conocido como Consenso de los Balcanes, en virtud del cual el reparto de papeles entre actores internacionales en escenarios de conflicto era claro. De acuerdo con ese reparto, a las organizaciones humanitarias (mayoritariamente ONG,s) les correspondería atender a las necesidades urgentes de la población; a las organizaciones internacionales y gubernamentales les tocaría apoyar a las autoridades locales, actuando en los campos del gobierno, el restablecimiento de servicios públicos, el desarrollo económico y la justicia. A las fuerzas militares les correspondería crear un entorno seguro que permitiera la labor de los anteriores82. Aunque esta diferenciación comenzó a desdibujarse ya durante las misiones de los Balcanes, por la creciente actuación de las fuerzas militares en los campos humanitario y de ayuda al desarrollo, fue en Afganistán donde realmente se rompió este consenso y se borraron de modo más palpable las fronteras entre unos y otros83, creando un precedente que condicionaría el futuro de la cooperación civil-militar84. Como señala Arteta:

“Para las fuerzas armadas, no rige prohibición alguna de ayudar a los civiles. Por el contrario, se presume que todas las partes en un conflicto son responsables de asegurar que la asistencia humanitaria llegue a quienes la necesitan. Si los militares no son capaces o no tienen la voluntad de prestar la ayuda, deben permitir que las organizaciones humanitarias imparciales se ocupen de hacerla llegar a los necesitados. Se trata del corolario de la obligación de las partes de hacer todo lo posible para proteger a los civiles de las consecuencias de las hostilidades”85.

En Afganistán, desde las etapas iniciales de la planificación de la operación, quedó claro que CIMIC jugaría un papel central en los esfuerzos de la coalición para ganar los corazones y las mentes de la población local. Para recalcar la importancia que se le atribuía al CIMIC en el éxito de la misión, durante su preparación se invitó a varias organizaciones humanitarias a participar en el Consejo de Gobierno de la Coalición, con sede en el Mando Central de EEUU, en Florida. Poco después de la caída del régimen talibán, la coalición estableció un Grupo de Trabajo Conjunto Cívico-Militar, responsable de supervisar la ejecución de las acciones CIMIC sobre el terreno. Para ello, desplegó una serie de Células Humanitarias en los principales centros urbanos, con la misión de ganar los corazones y las mentes de la población afgana, mostrando la cara amable de la Coalición mediante la participación de fuerzas militares en proyectos de asistencia humanitaria y ayuda al desarrollo. Nacen así los denominados Proyectos de Impacto Rápido (Quick Impact Projects): perforación de pozos, construcción de escuelas y centros de salud, reparación de carreteras y puentes… Se trata de proyectos rápidos, económicos, de gran visibilidad y que producían un beneficio evidente e inmediato entre la población. A los ojos de muchos, las fuerzas militares se habían convertido en una ONG86. La creación de los Equipos Provinciales de Reconstrucción (Provincial Reconstruction Teams, PRT) no supuso sino un paso más en la dirección de desdibujar los límites entre la acción militar y la acción humanitaria y de ayuda al desarrollo87.

De momento, este cambio solo implica la asunción por parte de las fuerzas militares de cometidos de ayuda de emergencia y la gestión de proyectos de ayuda al desarrollo a medio plazo. Los cometidos relacionados con el gobierno y con el establecimiento del Estado de Derecho quedaban todavía fuera de su ámbito de responsabilidad.

Estado de Derecho y construcción de la paz. El caso Afgano

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