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2.1. PROBLEMAS PERVERSOS Y SISTEMAS ADAPTATIVOS COMPLEJOS

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El concepto de Problema Perverso se utiliza en planificación social para describir un problema que es difícil o imposible de resolver dado que presenta requisitos incompletos, contradictorios y cambiantes que generalmente son difíciles de reconocer2. Además, en este tipo de problemas, la existencia de interdependencias complejas entre sus componentes hace que los esfuerzos para resolver un aspecto puedan, a su vez, generar nuevos problemas. Por ello, los entornos en los que se produce este tipo de problemas se suelen definir como sistemas adaptativos complejos3.

Un sistema adaptativo complejo consiste en una pluralidad de partes (organizaciones, procesos, tecnologías, amenazas) que interactúan de maneras diferentes entre sí y con el mundo exterior, con la particularidad de que un cambio o intervención en cualquier parte del sistema producirá cambios, muchas veces difíciles de predecir, en otras partes del mismo. Su característica esencial es que puede cambiar su estructura y comportamiento a lo largo del tiempo en respuesta a los cambios en su entorno o a interacciones con otros sistemas. Su análisis requiere un examen del comportamiento dinámico del sistema en su conjunto y de sus relaciones con el mundo exterior.

Los problemas perversos tienden a expandirse más allá de su formulación inicial, de forma que un análisis posterior conduce al descubrimiento de dificultades adicionales relacionadas y puede poner en entredicho la definición inicial del problema. Además, la solución propuesta a un aspecto concreto del problema conduce a menudo a consecuencias imprevistas en aspectos relacionados. El término propiedades emergentes, empleado para definir los problemas que van apareciendo como respuesta a los intentos por solucionar un problema complejo, es una forma de describir el paso de la simplicidad a la complejidad. En otras palabras, cómo los agentes auto-organizadores crean estructuras complejas a partir de innumerables interacciones simples, generando algo que es más que la suma de sus partes4. Esta situación se produce en casi todos los problemas de naturaleza socio-política, por lo que el concepto de problema perverso es útil cuando se intenta comprender cues-tiones que contienen un componente social altamente complejo5. Este enfoque es aplicable a muchos de los desafíos sociales, políticos y económicos a los que se enfrenta Afganistán.

La capacidad del sistema adaptativo complejo para auto-organizarse hace que sean extraordinariamente adaptables y resistentes; pero esta capacidad de adaptación no proviene del conjunto, sino de las partes. Son los componentes individuales del sistema las que reaccionan ante estímulos externos y no lo hacen necesariamente de forma armónica y coordinada, sino completamente independiente. Esto introduce otro componente importante de los sistemas adaptativos complejos: cada elemento en el sistema es ignorante del comportamiento del sistema como un todo, responde sólo a la información que está disponible a su nivel. En otras palabras, ningún elemento singular tiene conocimiento de todo el sistema. Cada componente del sistema desempeña su propio papel, a menudo ignorante de lo que otros están haciendo. Así, el sistema adaptativo complejo co-evoluciona al borde del caos, reacciona y crea su entorno de modo que a medida que el medio ambiente cambia, puede hacer cambiar a los agentes que actúan dentro de él, lo que a su vez provoca cambios en el medio ambiente6.

En contraste con los problemas dóciles, típicos de los dominios científicos o técnicos, que pueden tener respuestas concretas y definitivas, los Problemas Perversos plantean retos profundos a la planificación social y organizacional, son difíciles de definir y se resisten a la solución. La contrainsurgencia y la lucha contra el terrorismo son ejemplos clásicos de Problemas Perversos, como lo son también el narcotráfico, la delincuencia de las bandas organizadas, o la planificación urbanística. Este tipo de problemas no puede resolverse de manera objetiva, paso a paso y definitivamente, como sucede con la construcción de un puente7. Pero pueden gestionarse mejor o peor, según el resultado deseado.

Conklin ha sistematizado algunas de las características principales del modelo de Rittel y Webber de Problemas Perversos8. En primer lugar, las soluciones a estos problemas no están bien o mal, sólo son mejores o peores, o suficientemente buenas o insuficientemente buenas9. Las soluciones propuestas son subjetivas y pueden variar ampliamente según cada actor individual. Por ejemplo, la solución correcta para la OTAN puede ser la equivocada desde la perspectiva del Gobierno afgano o de la ONU, circunstancia ésta que dificulta una acción concertada. Dado que no hay respuestas objetivas, es esencial obtener el compromiso de los interesados para evitar que se socaven o saboteen los progresos del resto de actores, partiendo de la base de que los individuos hacen lo que creen que es mejor para ellos y no lo que objetivamente (es decir, desde el punto de vista de una tercera persona omnisciente) produce los mayores beneficios posibles. Otro aspecto a tener en cuenta, es que cada problema perverso es esencialmente único y novedoso. Pueden aplicarse lecciones de problemas anteriores similares, pero cada problema es diferente. El progreso depende mucho del contexto. Las insurgencias de Irak y Afganistán compartieron algunos puntos en común, pero fueron conducidas en diferentes direcciones por actores muy diferentes que operaban en contextos y ambientes muy diver-sos. La aparición de similitudes superficiales puede ser engañosa y la aplicación de una solución que funcionó en otro contexto sin adaptarla a un entorno diferente puede resultar contraproducente. Además, cada solución a un problema perverso es una suerte de operación de un disparo, ya que cada intento por resolver el problema altera la naturaleza del propio problema. Cada intervención cambia el espacio del problema, reduciendo el impacto de los intentos repetitivos, fomentando la creatividad y la voluntad de experimentar. Por ejemplo, los incrementos de fuerzas en Irak y Afganistán cambiaron la naturaleza fundamental de las insurgencias, haciendo aparecer nuevos aspectos o propiedades del problema y creando problemas adicionales. Es importante tener en cuenta también que los Problemas Perversos no tienen soluciones alternativas, sino una inmensa gama de opciones. Idear soluciones potenciales es sólo una cuestión de creatividad y es una cuestión de juicio determinar cuáles son válidas. Como señala Handel, una suposición metodológica fundamental es que la guerra es un arte, no una ciencia –que cada problema militar– tiene muchas soluciones potencialmente correctas (no una solución única y óptima) a las que se llega a través de la imaginación, creatividad e intuición del líder militar10. Por último, es importante destacar que los responsables de planificar las acciones conducentes a la resolución de un problema de este tipo no pueden aplicar, sin más, el procedimiento de prueba y error. Dicho en otras palabras: no tienen derecho a equivocarse. Su responsabilidad ética le obliga a tener en cuenta las consecuencias que generan sus decisiones, que pueden ser muy relevantes para las personas afectadas por ellas11.

El desorden inherente a estos problemas significa que se necesitan herramientas analíticas muy potentes que permitan dar sentido a su complejidad. También significa que deben tenerse en cuenta siempre las posibles consecuencias no deseadas, efectos imprevistos, a menudo indeseables, que pueden producirse cuando se interviene en sistemas complejos. Intentar abordar Problemas Perversos a nivel nacional (por ejemplo, la insurgencia o el narcotráfico en Afganistán) requiere un marco conceptual (el de los sistemas adaptativos complejos) que permita tener en cuenta el tipo de complejidad que debe afrontarse. Los Problemas Perversos arraigan y prosperan precisamente porque existen en un sistema complejo que se adapta a los cambios internos y externos, por lo que los Problemas Perversos y los sistemas adaptativos complejos son marcos complementarios de análisis. El primero describe la naturaleza de un problema particularmente difícil, mientras el segundo describe el paisaje más amplio que rodea e influye en el problema.

Las guerras, salvo las que adoptan la forma de una acción resolutiva de corta duración, son en sí mismas sistemas adaptativos complejos difíciles de gestionar una vez puestos en marcha. Freedman lo reconoce, sin mencionar este concepto, al afirmar que “Las guerras largas pueden obtener las consecuencias deseadas, pero tras cierto tiempo generan problemas y consecuencias ausentes inicialmente. Estas consecuencias no deseadas pueden resultar tan importantes, si no más, que las pretendidas”. Por ello este autor concluye que la guerra y sus causas son una materia no susceptible de análisis científico12. De un modo casi poético, SAXE redunda en la misma idea: “La guerra es una ciencia cubierta de sombras en la cual uno camina sin poder dar ni un paso seguro”13. Strachan corrobora esta tesis, al reconocer que “la guerra es un choque de voluntades que puede generar efectos exponenciales de consecuencias impredecibles”. Esta impredecibilidad de los efectos de la guerra se acentúa con la aparición de las armas nucleares, que llevó a los estrategas de la guerra nuclear a abandonar el estudio de las lecciones aportadas por la historia a favor de la teoría de juegos y el análisis matemático14. Avanzando más allá en esta idea, Schulte, ante la incertidumbre que afrontan quienes planifican operaciones militares, introduce la relevancia del factor suerte: “Es la responsabilidad profesional de las instituciones de seguridad nacional minimizar la necesidad de suerte en sus decisiones”15. La imposibilidad de aplicar un análisis científico a un problema de la naturaleza de la guerra o de las operaciones de estabilización, a su vez, haría imposible un apropiado análisis de lecciones aprendidas.

Este problema se ve incrementado por la dificultad que conflictos como el afgano plantean a la hora de evaluar el éxito o el fracaso de las acciones propias. A día de hoy, no hay coincidencia entre las agencias empeñadas en este conflicto sobre el mayor o menor grado de éxito obtenido; y las discrepancias son de tal magnitud que permiten dudar sobre la validez del concepto mismo de victoria. No es de extrañar que, ante este panorama, cada vez sean más los autores que optan por sustituir la noción de victoria por la de éxito16. Esta dificultad comienza por la ambigüedad a la hora de definir los objetivos, la situación final deseada. La impredecibilidad de las consecuencias derivadas de la actuación en sistemas adaptativos complejos hace que los resultados finales de una intervención militar, incluso en el caso de un final victorioso, tengan poco que ver con los planteados al inicio de la operación. Esta realidad hace difícil valorar el resultado final en términos de victoria o derrota. Podemos estar siendo testigos del final del concepto mismo de victoria17.

Estado de Derecho y construcción de la paz. El caso Afgano

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