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D) Nueva Carta de Atenas (1998–2003)

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La Nueva Carta de Atenas (1998–2003), aprobada por el Consejo Europea de Urbanistas en 1998 y revisada en 2003, es una visión sobre el futuro de la ciudad europea en el siglo XXI, en la que se reconoce la planificación del espacio como cuestión vital para proporcionar un desarrollo sostenible.

La Nueva Carta parte de una revisión crítica de las consecuencias del funcionalismo urbanístico derivado de la Carta de Atenas redactada en 1933 –IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM)– y publicada por los arquitectos Le Corbusier y Josep Luis Sert en 1942. Su aceptación hegemónica por el pensamiento urbanístico durante las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial ya había llevado a un modelo de ciudad que favorecía “la segregación espacial, la inseguridad de los lugares difíciles de vigilar, la pérdida de la calle como espacio de relación ciudadana y la entronización del automóvil privado como medio de transporte urbano”.

Para superar este modelo que se considera insatisfactorio e insostenible, se plantea su revisión profunda y radical139. Pero lo que no deja de llamar la atención es que al tiempo que los expertos europeos, y algunas prestigiosas opiniones nacionales, sitúan los compromisos de desarrollo sostenible para la ciudad como eje central del debate y de la práctica urbanística, en España, en ese mismo año se aprobase la LRSV. Esta Ley se presentaba como la solución para todos los problemas del suelo y la vivienda. Se entendía como el paradigma liberal que al aumentar el suelo disponible para edificar, y desprogramar el proceso urbanizador, iba a resolver todos los problemas de la especulación de suelo y la carestía de la vivienda.

En la primera revisión de la Carta (Consejo Europeo de Urbanista, La Nueva Carta de Atenas 2003, agosto 2003) el concepto clave es la Ciudad conectada. No solo en el sentido fisco, sino también con el tiempo, las estructuras sociales, la conectividad económica (redes de ciudades: nodos, flujos y especialización), medioambiental (uso racional de los recursos, ciudad saludable, paisaje, energía) y las diferencias culturales. Esta ciudad será capaz de proporcionar una amplia gama de posibilidades económicas y de empleo, así como de servicios y dotaciones no solo a los residentes. La ciudad será cada vez más multicultural, multilingüe, diversa y mestiza, y en ella se restaurará la cohesión entre las generaciones en una Europa cada día más envejecida.

La ciudad conectada tiene un fuerte impacto en la planificación espacial:

“La planificación urbana será un elemento esencial del renacimiento de las ciudades, mediante la eliminación del aislamiento entre las zonas de la ciudad a la luz de las tendencias homogeneizadoras impersonales”.

Entre las políticas que se impulsarán se incluirá: el resurgimiento del diseño urbano; la rehabilitación de zonas degradadas; medidas para facilitar el contacto personal, la sensación de seguridad individual y colectiva o la excelencia estética.

Los diez conceptos de ciudad que se proponen, y que comenzarán a ser lugar común de la doctrina urbanística y de los textos científicos, son:

(i) Una ciudad para todos. El compromiso de la cohesión social en la ciudad y de la verdadera inclusión de sus comunidades a través de medidas de integración.

(ii) La ciudad participativa. Las ciudades son lugares de encuentro, de tal manera que su planificación se debe esforzar en crear un concepto de vecindad para reforzar la identidad y el sentido de pertenencia. La manzana, el barrio, deben jugar un papel esencial para el contacto humano y la participación pública en la gestión del programa urbano.

(iii) La ciudad segura. La planificación debe fomentar medidas para contrarrestar la inquietud social, logrando un entorno constructivo que permita un sentido de pertenencia y de bienestar social.

(iv) La ciudad saludable. Planificar para mejorar la calidad de alojamiento y del entorno urbano, reduciendo los niveles de contaminación. Favorecer la igualdad de oportunidades para acceder a las instalaciones sanitarias públicas.

(v) La ciudad productiva. Asociación y fomento de la competitividad que permitan crear más empleo y pequeños negocios locales, para lo que es importante la calidad de la planificación y el diseño urbano.

(vi) La ciudad innovadora. La planificación debe contemplar los mejores usos posibles de las tecnologías de la información y comunicación, con acceso igualitario, y examinar las posibilidades de descentralización y delegación de procesos y actividades en base a las nuevas tecnologías. Desarrollo de redes de ciudades policéntricas y multifacéticas.

(vii) La ciudad del movimiento y accesos racionales. El uso del suelo y el transporte no se pueden tratar de forma aislada. Se debe reducir la necesidad de viajar de los ciudadanos en la propia ciudad por lo que es esencial la ubicación e intensidad de las actividades y el fomento de los usos mixtos. Se debe proporcionar más posibilidades de satisfacer las necesidades de desplazamiento distinto del automóvil, favoreciendo el transporte público y zonas libres de coches140.

(viii) La ciudad medioambiental. Todos los planes y programas deben basarse en los principios del desarrollo sostenible; la evaluación de la sostenibilidad debería constituir una parte de la planificación y estar ligada a los procesos de participación pública.

(ix) La ciudad de la cultura. La planificación debe hacer pleno uso del tejido social, cultural y físico de la ciudad, a fin de enriquecer el tejido urbano y la red de espacios públicos. Se debe fomentar el principio de uso mixto, especialmente en el centro de la ciudad, para introducir más variedad y vitalidad al tejido urbano. La planificación debe asegurar un marco satisfactorio que permita elegir trabajo, vivienda, ocio, etcétera, y que mejore el bienestar y calidad de vida de los ciudadanos.

(x) La ciudad con continuidad de carácter. La planificación debe buscar la salvaguarda y desarrollo de los elementos tradicionales, memorias compartidas y la identidad del entorno urbano. La planificación debe integrar la ciudad entera en su entorno.

La Nueva Carta de Atenas tiene la pretensión de ser una guía para la planificación de las ciudades que va más allá de la urbanística. Tiene un componente estratégico que trata acerca de cuál debe ser el futuro de la ciudad. Analiza las tendencias futuras de la misma y de la planificación urbana en base a los cambios que la cultura urbana parecía iba a conocer en 2003. Hablamos de cambios sociales, en cuanto a una población más diversa, multirracial y envejecida; y políticos por una nueva gobernanza y un estilo de gestión mucho más empresarial capaz de competir por inversiones, talento e innovación como nueva fuente de riqueza y desarrollo. Estos cambios hacen que conceptos como identidad urbana, la calidad de vida, la seguridad, el género, la atención a la salud y a los dependientes, deban estar cada vez más presentes en la planificación y el urbanismo.

Los cambios tecnológicos y económicos derivados de un crecimiento basado en el conocimiento y en la información se desarrollan, esencialmente, en sistemas urbanos complejos. En ellos se concentran las empresas productoras de servicios y el talento, conectados en red y especializando el territorio como fórmula de éxito. Este nuevo modelo productivo y económico –sobre todo comercial– posibilita una menor necesidad de instalaciones físicas urbanas de producción y comercio presencial, no así de instalaciones logísticas y de redes de transporte real y virtual, siendo esencial la conectividad de los territorios. Por ello el reto de la ciudad será estar bien conectada y ofrecer ventajas competitivas no para la producción sino para la atracción de talento e innovación, por lo que factores como la calidad ambiental, cultural, la identidad, el paisaje, las dotaciones, etcétera serán cada día más importantes y valoradas.

La creciente preocupación por la calidad ambiental de la ciudad y su entorno, así como por los riegos naturales que todo esto puede conllevar, van a hacer que la ciudad del futuro deba estar muy atenta a esta cuestión. Los principios de perecuación y las consideraciones medioambientales deben estar presentes en cualquier actuación urbana, logrando el equilibrio entre: el desarrollo urbano basado en la economía y las condiciones de vida saludable, pues el primero será inviable sin el segundo. La existencia de agricultura en la periferia urbana, la seguridad y suficiencia alimentaria de calidad, y el acercamiento de los ecosistemas a la ciudad urbanizada serán, para la Carta, factores de desarrollo en un futuro.

Por último, al referirse a los cambios urbanos, quizás la cuestión que considero más interesante sea el certero y atinado diagnóstico que se hace141, justo en plena euforia inmobiliaria y de crecimiento del suelo urbanizado, sobre la suburbanización, sus causas y consecuencias.

Por ello, la Nueva Carta de Atenas propone nuevas normas para el diseño urbanístico que aporten una visión integradora de la ciudad consolidada o antigua y la ciudad por construir o nueva. Esta visión no segmenta ni las funciones ni sus habitantes, en una clara revisión de la zonificación, segregación funcional y dispersión que habían sido las formas urbanas predominantes durante casi un siglo.

Urbanismo para una nueva ciudad

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